Con Keanu Reeves, Sandra Bullock, Shohereh Aghdashloo y Christopher Plummer
Antes que nada una pregunta. ¿ Era necesario que Alejandro Agresti se involucrara en el cine de Hollywood? Es lejos uno de los mejores directores argentinos con gran reconocimiento en el exterior, sobre todo en Europa; tiene una filmografía digna de ser respetada: El viento se llevo lo que, Bs As Viceversa, Valentín, entre otras muchas; y es poseedor de varios premios también a nivel internacional. Pero por encima de todo tiene prestigio. Claro que económicamente a Agresti le conviene entrar en las grandes ligas del cine norteamericano. Pero en su reciente película, La casa del lago, una producción de la Warner basada en un relato fantástico japonés, queda bien en claro que Agresti hace las veces de empleado. Dirige para y según los clichés históricos de los cuales Hollywood no se corre ni por casualidad. Salvo en algunas pocas escenas, es imposible encontrar el clásico pulso del director al cual nos tenía acostumbrados en sus anteriores realizaciones. Buscar a Agresti aquí, es tan complicado como buscar una aguja en un pajar -metáfora trillada si la hay- pero en esta ocasión viene muy bien. Encima, el argumento tiene serios problemas de tiempo / espacio que nunca terminan de cerrar.
Sandra Bullock es la doctora Kate Forster, quien deja una hermosa casa situada a la orilla de un lago en las afueras de Illinnois para radicarse en Chicago y comenzar una nueva vida allí. El nuevo inquilino de esta casa es el arquitecto Alex Wyler, interpretado por Keanu Reeves, quien encuentra en el buzón un correo de la habitante anterior donde le avisa (entre otras cosas) que las huellas de patas que puede ver al lado de la puerta ya estaban cuando ella tomó la casa. Enseguida Alex advierte que las huellas no están ni nada de lo que Kate le comunica en la carta parece ser así. Estas incoherencias hacen notar a ambos que están viviendo en tiempos distintos, ella en el actual 2006 y él en 2004. Pero se pueden comunicar de manera epistolar gracias al mágico buzón de la casa del lago. La idea parece interesante, hasta que comienzan a aparecer situaciones que no tienen exactitud si nos ponemos a pensar las idas y vueltas que se suceden en el lapso de estos dos años que separan a los personajes. No son perfectas las cuestiones de espacio y tiempo ni de un lado ni del otro. Todo parece estar a disposición de la relación entre Kate y Alex, dejando de lado ciertas leyes tradicionales del cine y las novelas de ciencia-ficción. Desde la época de Mc Fly, en Volver al futuro, sabemos que cualquier modificación del pasado perjudicará tremendamente en el futuro. En La casa del lago se cagan en eso. Y el resultado es una película que nunca termina de cerrar. El primer paso -en falso- de Alejandro Agresti en el cine meanstream
Sandra Bullock es la doctora Kate Forster, quien deja una hermosa casa situada a la orilla de un lago en las afueras de Illinnois para radicarse en Chicago y comenzar una nueva vida allí. El nuevo inquilino de esta casa es el arquitecto Alex Wyler, interpretado por Keanu Reeves, quien encuentra en el buzón un correo de la habitante anterior donde le avisa (entre otras cosas) que las huellas de patas que puede ver al lado de la puerta ya estaban cuando ella tomó la casa. Enseguida Alex advierte que las huellas no están ni nada de lo que Kate le comunica en la carta parece ser así. Estas incoherencias hacen notar a ambos que están viviendo en tiempos distintos, ella en el actual 2006 y él en 2004. Pero se pueden comunicar de manera epistolar gracias al mágico buzón de la casa del lago. La idea parece interesante, hasta que comienzan a aparecer situaciones que no tienen exactitud si nos ponemos a pensar las idas y vueltas que se suceden en el lapso de estos dos años que separan a los personajes. No son perfectas las cuestiones de espacio y tiempo ni de un lado ni del otro. Todo parece estar a disposición de la relación entre Kate y Alex, dejando de lado ciertas leyes tradicionales del cine y las novelas de ciencia-ficción. Desde la época de Mc Fly, en Volver al futuro, sabemos que cualquier modificación del pasado perjudicará tremendamente en el futuro. En La casa del lago se cagan en eso. Y el resultado es una película que nunca termina de cerrar. El primer paso -en falso- de Alejandro Agresti en el cine meanstream
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