Rocky Balboa

Era un pecado no verla, y yo ya lo hice amigos. Si si, he visto Rocky Balboa, la sexta parte de la saga del prontosaurio Silvester Satallone. ¿Por qué? Por que si. Si vi todas las otras porque no esta. Me pasa con Rocky algo que les debe pasar a muchos. Soy conciente que estoy frente a un actor de madera, no se demuestra (en ninguna de las seis) gran calidad cinematográfica, no hay ningún actor ni actriz atractivo, en todas (la sexta no es la excepción) pasa exactamente lo mismo: el tipo se la pasa recorriendo lugares de Filadelfia, va de gimnasio en gimnasio, arma alguna que otra pelea ocasional y siempre está a punto de retirarse hasta que alguien lo convence para una gran pelea. Sin embargo, a pesar de tremenda obviedad, me es imposible no verlas.
En Rocky Balboa, la situación no cambia. Stallone aparece con el rostro completamente desfigurado (por cirugías y anabólicos) interpretando una vez más a este perdedor que –aparentemente- no tiene nada que ganar hasta, por supuesto, el final de la película.
Una vez más Stallone es el director y el guionista. Lo acompañan: Burt Young, su eterno malhumorado cuñado; Milo Ventimiglia, interpretando a su hijo; Antonio Tarver, un boxeador verdadero que compone a Mason 'The Line' Dixon su nuevo contrincante y Geraldine Hughes su… ¿amigovia? No es de la partida Talia Shire ya que Adrian falleció quien sabe cuando. Si mal no recuerdo en la quinta parte de la saga estaba. ¿O no? Creo que si, igual Rock la extraña mucho, se pasa casi todo el film recordándola.
En definitiva: Rocky es dueño de un restaurante (Adrian’s), está completamente retirado, su hijo no lo banca, el manager del campeón actual lo convence para una exhibición en las Vegas, acepta, se entrena con la sensacional composición de de Bill Conti, sube las escaleras, pelea y disfruta de la gloria total. Impresionante.