Vuelve , todo vuelve

“La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas”
(Gustave Flaubert: Madame Bovary)

“Voy a dejar los micrófonos” deslizó el viejo dinosaurio más de una vez, cincuenta mil veces, un millón doscientas mil. Sin embargo, doscientas mil veces, el vejete, debió tragarse sus palabras una por una, letra por letra, se las cenó en silencio como quien no quiere la cosa. Se las tuvo que devorar el ochentoso (en el peor sentido de la palabra). No le quedó otra, sus camaradas hartos de que les toque el orto por chirolas lo abandonaron cincuenta mil veces. Doscientas mil los volvió a llamar. Algunos-lo más débiles- volvieron. Sesenta mil veces se volvieron a ir. Otros no volvieron nunca más ni volverán.

Esta navidad deberá sentarse en la misma silla, escupir el mismo micrófono, fanfarronear los mismos versos, dilatar sus cuatro o cinco únicas palabras, seguir buscando en el diccionario para el último bloque, ese en el que se jacta de contestatario y no le hace cosquillas ni a los osos de Flaubert.
El tipito retorna al micrófono arrepentido porque garpa mal. ¿Dónde están ahora lo profesionales? ¿Dónde quedaron esos operadores “profesionales”?
El retorno del negrero a los micrófonos, vuelve a parlotear en la vieja caja chillona el avaro, el que obliga a laburar el 25 de diciembre a las siete de la matina, y el 1 de enero lo mismo, como si se tratase de la última transmisión del mundo.

Ahora bobi va a tener que darle a la lengua solo desde el parador de todos los años, encerrado en cuatro maderas mal clavadas y al aire libre, cuando no llueva.
Mientras tanto anuncia en otro parador –siempre jugó a dos puntas- un festival de rock. Convoca a las bandas locales para tocar. Primero: nunca se dedicó al rock, segundo: no pasa ni medio tema de ninguna banda local. Cuando se le acercan para entregarle un demo los atiende por el portero para decirles que no, que no lo quiere. Y ahora convoca a las bandas. El hipócrita convoca a las bandas. Sesenta mil veces hipócrita.


Vuelve el perro arrepentido, sin remordimiento, vuelve el cerdito vomitivo ¿se acuerdan el personaje de Paul Giamatti en Partes Privadas?
Vuelve a la vecina ciudad de laguna chota (escuché por ahí que le dicen agüita: incoloro, inoloro, insípido) con el mismo jopo de hace veinte años (¿me dijeron que se lo sacó?) y con la misma gracia que el dinosaurio Bernardo embocaba pelotas en el aro de Tinelli.