lunes, marzo 23, 2009

Alambre


Sin cantarla, instrumental, Alambre ejecuta Something, una versión placentera, reconfortablemente estilizada. No necesita cantar, su guitarra nos conduce a las inconfundibles melodías que George Harrison compuso para los Beatles. Su excelente guitarrista rítmico lo escolta con sutiles compases en una especie de endiablado reggae acústico. Sirso se desgarra en el bajo, el tecladista y el baterista vuelan a la par.

El teatro Brazzola se desploma, la lluvia afuera –como dijo un amigo en el hall antes de entrar- hace sonar la guitarra de Alambre un poquito más baja. Ja, ese si que fue un buen chiste. En el fondo de la sala el gordo Aprile se lo cree –al chiste de la lluvia- y por las dudas hace sonar a la banda como muy pocos pueden sonar en este teatro. “Hacía rato que no sonaba así gordo”, le festejan desde el escenario. Los tres son amigos de treinta años, Alambre, el gordo y Sirso. Y otra vez están sonando de re puta madre.

Antes, un rato antes, Alambre estuvo en La Rockola hablando en El Baúl con Miguel Napoli. Hablaron de todo, música claro, bueyes perdidos, y de Pappo, sobre todo hablaron de Pappo. Miguel tenía la sonrisa más puesta que nunca, yo también. Además de ser el mejor guitarrista del país, Alambre es el tipo más humilde del mundo, no hace falta que hable para notarlo, solo basta que te de la mano seguida de un beso, abrazo.

El teatro Brazzola de desplomó, ya terminó de tocar Alambre González y su flamante banda.

Caminamos con Marcela por la plaza Libertad con una sensación muy parecida a la de hace un año después de lo de Dylan en Velez, rara la sensación: ganas de llorar y de comer pizza con cerveza al mismo tiempo.
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