Folklore, lo acompañaron: Javier Lozano, Amilcar Abalos y Alejandro Tula.
Ya es una frase hecha eso de que la música de Luís Salinas es indescriptible, yo agregaría más: para pormenorizar con palabras el efecto que el guitarrista de Monte Grande produce en la ejecución habría que inventar adjetivos, los que existen no alcanzan. De todas maneras, el punto, el eje, la medula semántica para hablar de Salinas, resumiendo, sería un sustantivo: hipnosis.
Luís hipnotiza. Exactamente como en el cuento de los hermanos Grimm, Salinas volvió a ser el Flautista de Hamelin, y los espectadores, que el sábado llenaron el Teatro Municipal Brazzola de Chascomús, sus pequeños ratoncitos.
Era conmovedor ver desde el palco de prensa como todo el teatro tarareaba, aplaudía o acompañaba con palmas; las improvisaciones que el impecable cuarteto desarrollaba bajo un caprichoso repertorio folklórico que incluyó composiciones propias y ajenas como: La Pomeña o Alfonsina y el mar, por mencionar algunas.
Había momentos que no se sabía que era lo que se estaba tocando, y otros en los cuales era imposible no reconocer la canción. Así es Salinas. Increíble, mágico. Sentado o parado, solo o acompañado. Siempre fascina. No hace falta conocer mucho de su música ni haber escuchado con suma delicadeza sus discos. A Luis Salinas hay que ir a verlo, sentarse, y escucharlo. El resto viene solo.
No hace mucho leí una entrevista en la cual decía que “cuando el músico supera la música ya no es música”. Hacía alusión a la falta de humildad de la mayoría de los músicos que quieren sobreponerse a la música, concretamente, y ser ellos los protagonistas absolutos. No es el caso de Salinas. Todo lo contrario, él va más allá:”la música no es una carrera de caballos” sostiene. No Luís, ya lo creo que no, la música no es una carrera de caballos. Pero de serlo, sin duda, vos serías fija el domingo.
Ya es una frase hecha eso de que la música de Luís Salinas es indescriptible, yo agregaría más: para pormenorizar con palabras el efecto que el guitarrista de Monte Grande produce en la ejecución habría que inventar adjetivos, los que existen no alcanzan. De todas maneras, el punto, el eje, la medula semántica para hablar de Salinas, resumiendo, sería un sustantivo: hipnosis.
Luís hipnotiza. Exactamente como en el cuento de los hermanos Grimm, Salinas volvió a ser el Flautista de Hamelin, y los espectadores, que el sábado llenaron el Teatro Municipal Brazzola de Chascomús, sus pequeños ratoncitos.
Era conmovedor ver desde el palco de prensa como todo el teatro tarareaba, aplaudía o acompañaba con palmas; las improvisaciones que el impecable cuarteto desarrollaba bajo un caprichoso repertorio folklórico que incluyó composiciones propias y ajenas como: La Pomeña o Alfonsina y el mar, por mencionar algunas.
Había momentos que no se sabía que era lo que se estaba tocando, y otros en los cuales era imposible no reconocer la canción. Así es Salinas. Increíble, mágico. Sentado o parado, solo o acompañado. Siempre fascina. No hace falta conocer mucho de su música ni haber escuchado con suma delicadeza sus discos. A Luis Salinas hay que ir a verlo, sentarse, y escucharlo. El resto viene solo.
No hace mucho leí una entrevista en la cual decía que “cuando el músico supera la música ya no es música”. Hacía alusión a la falta de humildad de la mayoría de los músicos que quieren sobreponerse a la música, concretamente, y ser ellos los protagonistas absolutos. No es el caso de Salinas. Todo lo contrario, él va más allá:”la música no es una carrera de caballos” sostiene. No Luís, ya lo creo que no, la música no es una carrera de caballos. Pero de serlo, sin duda, vos serías fija el domingo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario