Caiga quien Caiga, el programa de tv que comienza sin presentación, va a un corte sin razón alguna (motivos que están sujetos a lo que se hace en la vereda de enfrente -canal 13- ), está un poco raro. O por lo menos curioso. Por un lado presentan un excelente informe sobre la violencia en el fútbol y sus ridículas consecuencias: en la AFA decidieron eliminar el público visitante en los partidos del ascenso y reducirlo a la mitad en los de primera A. En el mismo aparecen desde Grondona y Castrilli (responsables absolutos que se viven lavando las manos), hasta periodistas serios e inteligentes como Victor Hugo Morales y Diego Bonadeo, pasando por técnicos y jugadores. El notero logra mostrar una realidad reconocida por dirigentes y futbolistas: a los barra brava los financian los mismos clubes, todos lo reconocen salvo Ramón Díaz que dice que no le consta. ¿Qué raro no? Otro que se hace el boludo es Romeo, la última reincorporación de San Lorenzo. La nota sirve para entender de una vez por todas cual es el punto principal del problema, el negocio detestable en el que se ha convertido el fútbol.
Por otra parte, los de Pergolini también estuvieron en la Sociedad Rural, donde Clemente Cancela intimida a los productores agropecuarios para que muestren la hilacha y se despachen con todo su discurso de derecha llegando hasta reivindicar a Videla y Martinez de Hoz. Luego, tal vez por contraste, el mismo Cancela en una entrevista presurosa a Chavez, trata de chicanearlo todo el tiempo a lo cual el presidente venezolano sale airoso cerrándole el tujes a Cancela en todos los tiros sorteando incluso favorablemente todas las alternativas de la edición.
Curioso al menos.
Curioso al menos.
1 comentario:
Compañeros de la vapuleada ex Guardia Urbana:
Este mensaje tiene por objeto ponerlos al corriente, si es que no lo están ya, de las condiciones de precariedad en que estamos saliendo a trabajar como nuevo cuerpo de control de tránsito y transporte, sino todos, la mayoría de nosotros.
No deber ser novedad para nadie el hecho de que hace meses que en las diferentes bases operativas de este cuerpo no contamos con agua potable para consumir ni condiciones básicas de higiene en baños e instalaciones. La reducción y el congelamiento del presupuesto para esta dirección afectaron principalmente servicios y suministros destinados a la utilización de los agentes, que, como personas que somos, tenemos necesidades básicas y fisiológicas iguales a las de cualquiera que pueda trabajar en Recursos Humanos o en otras oficinas de Personal, o desempeñarse en algún cargo jerárquico. Mencionamos esto porque dudamos que las condiciones del baño de la Dirección se asemejen a las del de los auxiliares, en los que hace varios meses ya que no se cuenta con papel higiénico, toallas de papel ni jabón para lavarse las manos.
Pero la reducción del presupuesto abarca un sector todavía más preocupante, ya que pone en riesgo la seguridad física de los agentes. Nos referimos al estado calamitoso en que se encuentran la mayoría (sino todos) de los móviles con que salimos a cumplir servicio. Esto implica, incluso, cierta falta de ética de nuestros superiores, ya que es paradójico que nosotros salgamos a supervisar y controlar (así lo dice nuestro nuevo nombre: Cuerpo de Agentes de Control de Tránsito y Transporte) a los vehículos de los ciudadanos, y hagamos multas por falta de uso del cinturón de seguridad, por ejemplo, cuando en nuestros móviles la mayoría de los cinturones están rotos o faltan directamente. Y no es más alentador saber que varios cuentan con alguna puerta trabada o circulan con pastillas de freno demasiado gastadas (entre otras cosas). No es difícil de imaginar lo que puede llegar a ocurrir si tenemos un accidente. Y el sólo hecho de imaginarlo debería hacernos tomar conciencia de los riesgos que estamos corriendo por la desidia y la negligencia de quienes debieran velar por nuestra seguridad, y esta toma de conciencia debería ser lo suficientemente fuerte como para decidir, de común acuerdo entre todos, no subir a los móviles que no garanticen la seguridad de nuestra integridad física, pidiéndole a los directivos y responsables correspondientes nada más que un poco de cuidado para con nosotros, y coherencia entre actos y discursos.
Respecto de esto, también es de destacar que la imagen del cuerpo, la cual, se supone, el nuevo gobierno desea cambiar, no ha mejorado mucho en los últimos días, y esto porque carecemos del respaldo suficiente, y porque a la hora en que los medios nos ponen como blancos de sus disparos, nadie, nunca (ni el gremio ni prensa), sale a defendernos o a decir las cosas como son en realidad. Así, la ciudadanía, que ya de por sí no nos tiene gran estima, nos respeta mucho menos todavía, y toma por verdadero todo aquello que sale en diarios y programas de televisión y que nadie se molesta en desmentir. Un ejemplo, irrisorio, es el del monto de nuestro sueldo, sobre el que se ha dicho que, en promedio, ronda los $1.450 (Mil cuatrocientos cincuenta pesos), cuando todos sabemos que, con todos los descuentos del caso, apenas llevamos a nuestros hogares la magra suma de, aproximadamente, $ 960 (Novecientos sesenta pesos) netos, y esto cuando al departamento de Personal no se le ocurre realizar algún descuento inesperado. ¿Alguien se estará quedando con algún vuelto? No lo sabemos, pero que, por lo menos, no le mientan a la gente, que ya bastante bronca nos tiene como para que, encima, les hagan creer que juntamos el dinero en pala y lo mandamos a una cuenta en Suiza.
Otra falta de honestidad, y grave, es la de hacerle creer a la ciudadanía que estuvimos capacitándonos para este trabajo durante tres meses, cuando la pura verdad es que, como no sabían qué hacer con nosotros, estuvimos, perdonen lo grosero de la expresión, realmente al pedo, cuando en ese tiempo se nos podía haber capacitado en tiempo y forma para la tarea nueva que íbamos a realizar. Lo grave es que salimos a la calle sin ninguna preparación más que la brindada por nuestra propia experiencia anterior, más la capacitación que, en el acto y con todas las presiones y disgustos que esto conlleva, nos provee la propia policía federal, y no siempre de buena manera. Esto hace que muchísimas veces lidiemos tanto con el oficial respectivo como con la impaciencia de los conductores, que, si bien, cometen infracciones, no tienen por qué asistir a una clase de capacitación de agentes en vía pública. Perfectamente se nos podía haber brindado información previa sobre las cosas a tener en cuenta al examinar un registro de conducir. Pero si no, que, por lo menos, no se informe lo contrario a la opinión pública, porque, en los hechos, los que ponemos la cara somos nosotros, y la gente se da cuenta de que no sabemos nada, y en consecuencia nos respeta menos (por no decir que nos insulta más).
Otro asunto importante, con respecto a los nuevos operativos en calle, es que la nueva modalidad de trabajo implica que los agentes estemos varias horas expuestos a los rayos directos del sol sin ningún tipo de protección. En la mayoría de las esquinas que cubrimos no hay amparo o la sombra disminuye hasta extinguirse con el transcurso de la mañana. Se ha planteado en algunas bases la necesidad de la provisión de gorras, pero la respuesta, poco seria, ha sido que, con el antiguo uniforme, eran muy pocos los agentes que la usaban. Si bien esto es cierto, también lo es que, como Guardias Urbanos, cumplíamos tareas diferentes, y que recorriendo un sendero era mucho más fácil encontrar resguardo del sol. De hecho, en los antiguos operativos de tránsito, eran muy pocos los que no usaban gorra, y mayormente por carecer de ella, no por no querer.
Si tenemos en cuenta que el propio gobierno hace propagandas en carteles donde se recomienda a la población que evite la exposición al sol en los horarios en que pega más fuerte, de 10 a 16 hs., y consideramos que gran parte de los agentes de los turnos mañana y tarde se desempeñan en esos horarios precisamente, notaremos una nueva incoherencia de nuestros superiores, a la vez que una nueva falta de consideración para con nosotros.
Ante la insistencia de los agentes (particularmente en base cochabamba, donde varios de ellos se han insolado), la respuesta fue la consabida: No hay presupuesto. Esta, cuando ya mencionamos la falta de agua y de papel higiénico en los baños, y de seguridad en los móviles, no era difícil de preveer, pero al plantearse una solución alternativa como la de que cada agente trajera de su hogar una gorra particular no llamativa, la respuesta se convirtió en una negativa rotunda y sin fundamentos: La gorra no es parte del uniforme y por tanto no se puede usar. Es decir que, tal vez, también deberíamos trabajar descalzos ya que las zapatillas de cada uno tampoco son brindadas por los pañoles. Incluso se llegó a "amenazar" con que si pedían gorras, las iban a tener que usar durante todo el servicio, lo cual es una forma patética de querer desalentar el reclamo de los compañeros. Entonces, si se piden impermeables para no mojarse bajo la lluvia, ¿también vamos a tener que usarlos cuando no llueve?
La cuestión es que, mientras tanto, los agentes seguimos saliendo a las calles, volviendo a nuestras casas con la cara ardida y fuertes dolores de cabeza, y esto sin tener en cuenta que los efectos de la exposición al sol no son solamente esos, sino que podríamos enfrentarnos a casos graves de insolación o al desarrollo futuro de cáncer de piel y otras enfermedades asociadas de que no estamos exentos por más exagerado que les parezca a algunos.
La posición de los agentes no es un capricho sino que tiene en cuenta lo que nunca han tenido en cuenta nuestros superiores, nuestra integridad física. De un pasado no muy lejano, conocemos ejemplos y situaciones de sobra de las distintas bases, no vamos a mencionarlas aquí una por una.
Es obligatorio el suministro de las herramientas necesarias para el desarrollo de nuestras tareas, sobre todo siendo un cuerpo que trabaja en la vía pública. Es como si a los barrenderos no se los proveyera de escobillones, bolsas o guantes, o a la policía no le dieran armas ni esposas. Unos y otros cuentan con gorras. Creemos que no estamos pidiendo demasiado, y ni siquiera estamos facturando por la cantidad de protectores solares que hemos comprado en los últimos días.
Pero el tema del uniforme incompleto no se agota allí. Otro tanto sucede con la insuficiencia de las chombas. No sólo que hay compañeros que todavía no pueden salir a servicio porque no las tienen, porque no hay de su talle, sino que se han entregado a razón de una por persona, trayendo serios inconvenientes para los agentes, que, en los días calurosos que corren, debemos lavar la chomba a diario para que esté limpia al día siguiente, llegando muchas veces a salir a servicio con la chomba húmeda porque no llegó a secarse de un día para otro.
Incluso sucedió hace unos días que una ola repentina de frío planteó el dilema en algunas bases de cómo hacer para salir a la calle si no contamos con ningún tipo de abrigo. Luego de muchas vueltas innecesarias se autorizó a los agentes a salir con sus abrigos particulares (que no en todos los casos combinaban con el uniforme, obviamente). ¿Se tendrá en cuenta en los cargos jerárquicos que los que salimos a la calle somos personas y no robots que no sienten el frío ni el calor? Entendemos que sea difícil de comprender para quien, cuando hace calor enciende el aire acondicionado de su oficina, y cuando hace frío la estufa. Y que esto no se malinterprete: No nos quejamos de trabajar en la calle. Al elegir este empleo sabíamos, en parte, de qué se trataba. Lo único que queremos es que se tenga en cuenta nuestra exposición al clima y se nos brinden los recaudos necesarios para conservar nuestra salud, la cual nos permitirá brindar un mejor servicio.
Una última cosa a mencionar, pero entre las más graves, es la total falta de apoyo por parte del sindicato ante nuestros reclamos. Particularmente en base Cochabamba, la delegación de allí, cuyo vocero ha sido Roberto Grumeli, ha decidido darle la espalda a los agentes, cuyos reclamos se han subestimado y desestimado. Sumado a todos los ítems que hemos enumerado, los agentes solicitan una entrevista directa con el Director, a fin de comunicarle, sin intermediarios mediante, las distintas inquietudes que los aquejan. Esta decisión está basada en el hecho de que se sospecha que muchas de las situaciones que nos afectan no llegan a conocimiento de nuestros superiores ya que se filtran en el medio. Pues bien, dicho pedido ha resultado excesivo para tal delegación (quizá porque le resta protagonismo), cuya decisión es dejar solos y a su suerte a los agentes con sus reclamos, lo cual pone en serias dudas la representación que brindan y los beneficios de seguir afiliados y abonando de nuestro sueldo una cuota que, mensualmente, en los tiempos que corren, no le sobra a ninguno.
Eso es todo, compañeros, pero, como verán, es bastante como para que no nos callemos la boca y sigamos bajando la cabeza como si nada pasara. Necesitamos condiciones dignas y herramientas indispensables para cumplir nuestro trabajo satisfactoriamente. Y las necesitamos todos y cada uno de nosotros, porque estamos todos en la misma. Todos necesitamos cuidar nuestra fuente de trabajo, y los que tienen otra cosa o algún contacto ya se fueron. No es nuestro caso. Reclamar lo justo no tiene por qué hacer peligrar nuestra permanencia aquí. Por eso tenemos que estar unidos y apoyarnos entre nosotros, porque ya vimos que ni gremios ni supervisores abogan por nosotros. En esto estamos solos, pero no tan solos si nos mantenemos unidos y firmes en nuestros pedidos. Y no estamos pidiendo nada extraordinario, solamente mejores condiciones de trabajo. Para que realmente podamos brindar un servicio de calidad, como nos piden.
Se nos ha acusado de mala voluntad y falta de predisposición para el trabajo, pero esta acusación es injusta si se tiene en cuenta que, a pesar de todas las condiciones que venimos enumerando, cada uno de nosotros se ha presentado en su puesto de trabajo cada día y ha salido a la calle a cumplir con sus funciones, fueran cuales fueran. Nos parece que la falta de buena voluntad y predisposición se hallan del otro lado, desde donde tal vez deberían hablar un poco menos y escucharnos un poco más. Después de todo, somos el engranaje fundamental para que esto funcione y para que ellos estén donde estén. No olviden esto, compañeros, porque es importantísimo: si nosotros no salimos a la calle, la Guardia Urbana o el Cuerpo de Agentes de Control de Tránsito no existe. No lo hacen los coordinadores ni los administrativos, lo conformamos nosotros.
Por favor, difundan esta información para que se entere la mayor cantidad de compañeros posibles, si es que todavía hay alguien que no sepa lo que pasa.
Gracias y perdón por los daños en sus retinas. Lamentablemente, el presupuesto tampoco cubrirá los gastos de sus oculistas.
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