El escritor francés Jean Echenoz, galardonado en 1988 con el Premio Gutenberg como "la mayor esperanza de las letras francesas", acaba de publicar Ravel; una (novela) que cuenta los últimos diez años (1927/1937) del pianista y compositor Maurice Ravel. Le preguntan como imaginó esa época para transportar a la ficción a un personaje que realmente existió. Respondió algo así como que no le preocupan las modas, y que, por contraste, los últimos hechos realmente interesantes los piensa en blanco y negro.
Es imposible, creo, y lógicamente improbable imaginarse las décadas del veinte, treinta o cuarenta en colores. Uno no puede concebir a Billie Holiday sino en blanco y negro. Sin ir más lejos, si nos ponemos a pensar como fue la ciudad en la que vivimos hace sesenta años, la fantaseamos en blanco y negro. Es lamentable pero el color viene con nuestra generación, la mía. Nací en 1975, a todo color, así solían presentar la televisión argentina unos pocos años después en plena dictadura de Videla. Perón, evidentemente ya había sido, y en blanco y negro. El che Guevara, los Beatles y Hitchcock también. Ya lo dijo Echenoz, lo más interesante sucedió en esos dos colores.
Es imposible, creo, y lógicamente improbable imaginarse las décadas del veinte, treinta o cuarenta en colores. Uno no puede concebir a Billie Holiday sino en blanco y negro. Sin ir más lejos, si nos ponemos a pensar como fue la ciudad en la que vivimos hace sesenta años, la fantaseamos en blanco y negro. Es lamentable pero el color viene con nuestra generación, la mía. Nací en 1975, a todo color, así solían presentar la televisión argentina unos pocos años después en plena dictadura de Videla. Perón, evidentemente ya había sido, y en blanco y negro. El che Guevara, los Beatles y Hitchcock también. Ya lo dijo Echenoz, lo más interesante sucedió en esos dos colores.
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