jueves, marzo 13, 2008

Los inmortales

En el relato de Borges Delia Elena San Marcos, el escritor hace referencia a una despedida trivial que se lleva a cabo entre él y Delia una tarde en el barrio del Once.
Desde entonces no se volvieron a ver y ella murió un año después. A partir de ese punto Borges plantea la idea de despedida como algo incierto, al despedirnos hoy no sabemos si será para siempre, o en su defecto, “hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana”. ¿Qué queremos fingir al despedirnos? ¿En que nos perjudica o nos beneficia este acto apócrifo? “Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales”. Casi siempre que nos despedimos damos por sentado que nos volveremos a encontrar. Salvo en raras excepciones donde se suele decir por ejemplo: hasta mañana si Dios quiere. Uno no es conciente que es mortal, inconcientemente nos creemos inmortales, más allá de ese abandono de la inocencia que es darnos cuenta de repente que algún día nos vamos a morir, jamás tenemos en cuenta que mañana o la semana próxima podemos dejar de estar. Algo así nos debe pasar cuando muere alguien que aparentemente es inmortal, al morir Adolfo Castelo coexistió una sensación de perdida general indescriptible . Por lo menos a mi me pasó. Lo mismo cuando murió el negro Fontanarrosa. Y ahora Jorge Guinzburg. La televisión, la radio, los diarios, Internet; todos lo están despidiendo. Había en él-a pesar que se sabía que estaba enfermo- un aura de inmortalidad la cual hizo a su muerte aún más dolorosa. Los tipos como Ginzburg no se pueden morir, cualquiera que me cruce en un rato si, Delia Elena San Marcos también. Se sabe que la muerte es inentendible, lo mismo la vida. Entre ambas está la despedida, algo más incomprensible aún. Hasta el próximo post, si Dios quiere. A propósito, me da mucha pena que se haya muerto Jorge Ginzburg.

No hay comentarios.: