miércoles, abril 16, 2008

La entrevista como herramienta de abuso


Para llenar espacios, evitar editoriales, desplazar pensamientos, esconderse en una falsa objetividad (que de por sí no existe), los programas radiales acuden desesperadamente a elementos exteriores cuando se trata de completar una producción periodística. Un caso concreto es la entrevista.
Dice Jorge Halperín: “Los medios parecen una calesita que siempre gira con los mismos caballos:” La ecuación es sencilla:
1) Se leen los diarios buscando alguna punta.
2) Se encuentra el conflicto, ejemplo: el representante de x gremio se reunirá hoy para discutir el salario de los municipales con funcionarios del ejecutivo.
3) Se llama al sindicalista y vía teléfono o en estudio se lo entrevista.
El conductor, o los conductores, nunca inician el tema sin la aparición de los protagonistas directos. Agentes del gobierno o de sindicatos dan el puntapié inicial cada mañana. No se les ocurre entrevistar a fondo a un empleado común por ejemplo, jamás está esa perspectiva, siempre las mismas aristas. Este arquetipo parece venir calcándose hace tiempo. Halperín formula algunas preguntas al respecto: “¿por qué se los entrevista cada día de la semana, cada mes del año, año a año, para que digan eternamente lo mismo? ¿qué atractivo hay en ello, qué sentido tiene?¿qué cosa nueva puede esperarse?¿no se satura al público?”
No, el público no se satura. Una parte de él es pasiva, por lo tanto no le interesa demasiado lo que está escuchando, la radio está encendida como una simple compañía, de fondo, y así seguirá. La otra parte activa a la que sí le seduce participar, con tal de hacerlo (mediante llamados telefónicos o mensajes de texto), se banca cualquier cosa.
Así funciona este sistema, pobre, si se piensa en la ocupación del periodista –no hace casi nada- , decadente, desde la actitud conformista del oyente.
Vayamos puntualmente a la entrevista. Ya dijimos que los entrevistados se repiten dos o tres veces por semana, lo que implica por lógica una vaga sospecha –a priori- de lo que estos pueden llegar a responder, lo cual es advertido por el entrevistador, y peor aún, por la audición.
Sumemos a lo que venimos diciendo un punto primordial: las entrevistas son muy malas. Tanto que dejan de ser entrevistas, por lo menos desde la finalidad periodística.
Digamos que están a contramano de lo que sería una buena entrevista periodística.
Preguntan más de dos desordenadamente, se nota de lejos que no tienen preparadas por lo menos tres o cuatro preguntas básicas, interrumpen descaradamente, no preguntan, afirman. Los más salvajes indagan para quedar bien ellos y no llegan a ninguna conclusión, nadie va al grano directamente, ninguno pregunta realmente lo que tiene que preguntar, todos arreglan.
Además, como si todo esto fuera poco, la selección de los entrevistados es azarosa, cualquiera viene bien: políticos, deportistas, abogados, empresarios, empleados, chorros, policías, vecinos…todos entran en la misma categoría, siempre y cuando estén decididos a salvar la mañana con una entrevista. Entrevistar o entrevistar, esa es la cuestión. Olvidan de esta manera la otra parte de la “producción”, es decir, el programa.
A la mañana siguiente los medios gráficos se hacen eco y el círculo vicioso cierra herméticamente. ¿De qué estoy hablando? La respuesta, mis amigos, está soplando en el éter.

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