A esta altura Bob Dylan está hecho. Es decir, tiene el dinero suficiente como para quedarse en su casa y no andar, a los 66 años, girando por lejanas latitudes del mundo. Su cuenta bancaria lo permitiría. Sin embargo, el viejo Bob no se queda quieto y una gira sudamericana lo trae de nuevo a la Argentina.
El concierto es, sin exagerar, incomparable, pero deja muy atrás –por austero- a las presentaciones de U2 por ejemplo. Más allá de todos los esfuerzos de grandilocuencia de estas.
Dylan no necesita del marketing rockero, ni una pantalla de enormes dimensiones, ni coqueteos con instituciones o autoridades políticas. No necesita demostrar falsos compromisos con la sociedad tampoco. Bob Dylan se vale por sí solo, solo un puñado de viejas-nuevas canciones, y su banda, Bob Dylan y su banda.
El sonido es demoledor, sin demostraciones egocéntricas como solos y pirotecnia innecesaria, las canciones van sucediéndose con la misma sonoridad de Modern Times, su último disco. Bajo esos parámetros (folk, blues, talking blues y jazz) están armados los 17 temas que conforman el recital.
Para eso, la misma banda que en Modern Times: George Receli, baterista imprescindible; Tony Garnier, bajo y violoncello; Stu Kimball, guitarra; Deny Freeman, guitarra; y el multifacético Donnie Herron, guitarra steel, violín, viola y mandolina.
Dylan toca la guitarra en los tres primeros temas: Rain day women, Lay lady lay y Waching the river flow; en el resto del show se acomoda en su teclado (toca todo el tiempo parado) y en ambos casos se acompaña con su armónica.
No es imperioso escucharse toda la discografía de Dylan antes de concurrir al concierto para ponerse en clima, sería en vano. Ni el mayor ignorante en materia Dylan ni el fanático más acérrimo pueden percibir con exactitud –por lo menos hasta el estribillo- en la mayoría de las interpretaciones, de cual de ellas se trata. Las canciones están muy bien adecuadas al sonido actual de la banda, algo usual en Bob, pero en esta oportunidad algunas son irreconocibles.
Esto demuestra la grandeza del músico, su constante intención de seguir siempre para adelante, año tras año. Y ya van muchos.
La versión de Like a Rolling Stone es increíblemente hermosa, a pesar de que es una de sus melodías más conocidas (para muchos una de las mejores canciones en la historia del rock, coincido), no nos cansamos de escucharla nunca. Y tocada de esta manera –respetando casi solo la letra- vuelve a ser maravillosa. Es como ver una vez más el gol de Maradona a los ingleses, con la salvedad de que el Diego salga por la otra punta.
Lo mismo sucede con Blowing in the wind, el tema final definitivo luego de los bises. El repertorio en general incluye canciones de casi todas las etapas de su extensa carrera. Un caso a parte es la voz, tan difícil para algunos, inigualable para otros. A los 66 años Bob Dylan canta como nadie, verlo en vivo lo re afirma. En Lay lady lay, solo tocada en Argentina creo, no canta, se desgarra.
No habla en ningún momento, salvo cuando presenta a sus músicos, y da la sensación de que sigue cantando. Cuando termina, saluda y se va, uno se queda parado como un boludo (casi llorando) bajo las estrellas de Velez, con una vaga congoja de seguir allí toda la vida, forever young.
El concierto es, sin exagerar, incomparable, pero deja muy atrás –por austero- a las presentaciones de U2 por ejemplo. Más allá de todos los esfuerzos de grandilocuencia de estas.
Dylan no necesita del marketing rockero, ni una pantalla de enormes dimensiones, ni coqueteos con instituciones o autoridades políticas. No necesita demostrar falsos compromisos con la sociedad tampoco. Bob Dylan se vale por sí solo, solo un puñado de viejas-nuevas canciones, y su banda, Bob Dylan y su banda.
El sonido es demoledor, sin demostraciones egocéntricas como solos y pirotecnia innecesaria, las canciones van sucediéndose con la misma sonoridad de Modern Times, su último disco. Bajo esos parámetros (folk, blues, talking blues y jazz) están armados los 17 temas que conforman el recital.
Para eso, la misma banda que en Modern Times: George Receli, baterista imprescindible; Tony Garnier, bajo y violoncello; Stu Kimball, guitarra; Deny Freeman, guitarra; y el multifacético Donnie Herron, guitarra steel, violín, viola y mandolina.
Dylan toca la guitarra en los tres primeros temas: Rain day women, Lay lady lay y Waching the river flow; en el resto del show se acomoda en su teclado (toca todo el tiempo parado) y en ambos casos se acompaña con su armónica.
No es imperioso escucharse toda la discografía de Dylan antes de concurrir al concierto para ponerse en clima, sería en vano. Ni el mayor ignorante en materia Dylan ni el fanático más acérrimo pueden percibir con exactitud –por lo menos hasta el estribillo- en la mayoría de las interpretaciones, de cual de ellas se trata. Las canciones están muy bien adecuadas al sonido actual de la banda, algo usual en Bob, pero en esta oportunidad algunas son irreconocibles.
Esto demuestra la grandeza del músico, su constante intención de seguir siempre para adelante, año tras año. Y ya van muchos.
La versión de Like a Rolling Stone es increíblemente hermosa, a pesar de que es una de sus melodías más conocidas (para muchos una de las mejores canciones en la historia del rock, coincido), no nos cansamos de escucharla nunca. Y tocada de esta manera –respetando casi solo la letra- vuelve a ser maravillosa. Es como ver una vez más el gol de Maradona a los ingleses, con la salvedad de que el Diego salga por la otra punta.
Lo mismo sucede con Blowing in the wind, el tema final definitivo luego de los bises. El repertorio en general incluye canciones de casi todas las etapas de su extensa carrera. Un caso a parte es la voz, tan difícil para algunos, inigualable para otros. A los 66 años Bob Dylan canta como nadie, verlo en vivo lo re afirma. En Lay lady lay, solo tocada en Argentina creo, no canta, se desgarra.
No habla en ningún momento, salvo cuando presenta a sus músicos, y da la sensación de que sigue cantando. Cuando termina, saluda y se va, uno se queda parado como un boludo (casi llorando) bajo las estrellas de Velez, con una vaga congoja de seguir allí toda la vida, forever young.
1 comentario:
fuiste finalmente? no me avisaste pense no habias venido
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